Principe y mendigo
En situaciones nos sentimos como el cuento del príncipe y mendigo. Uno entra a
un local, mira toda la ropa, y decide probarse algo.
Amables como nunca, las vendedoras gritan emocionadas
"te queda divino" "no vi a nadie que le quede igual".
Frases.
¿Qué hacemos? Nos dejamos arrastrar por esas palabras aduladoras.
"te parece?" "no me hace caderona?".
Y escuchando las respuestas que queremos oír, nos dejamos seducir
abiertamente por desconocidos.
Nos van agregando accesorios. Zapatos. Chales. Tapados. Pashminas.
¿El resultado? Una princesa.
En esos momentos frente al espejo, uno piensa
"es verdad! la cenicienta existe. Soy yo".
Y la fábula empieza a gestarse en nosotros. Caballos alados, carruajes
increíbles, un centenar de personas mirándonos y felicitándonos porque estamos
radiantes. Se escucha la música. Un baile. Y una sonrisa.
"Disculpame, ¿cuánto sale?"
Toc-toc. La realidad.
Y ahí, despojadas de todo, nos damos cuenta que sólo era un cuento de
nuestra propia fantasía.
Como el mendigo, nos quitamos las prendas que ya no serán para nosotros.
Dejamos los sueños colgados en una percha. Y nos vamos.
Al salir, una reflexión.
"La próxima vez, tengo que averiguar primero cuanto vale".
Después de todo, nuestras fantasías también tienen su precio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario