
Como en un partido de tenis, la salud y el virus se estuvieron disputando mi cuerpo.
Algunos días parecía que la salud prevalecería. Dejaría sentado que a pesar de todo, tengo un cuerpo de hierro. Pero no. Ahi estaba nomás. Flotando como humo de pastizal.
Entró por alguna puerta, sin pedir permiso. Luchó.
Parecía derrotado, casi sin aliento para seguir combatiendo.
Y en un abrir y cerrar de ventanas. Zas!
Se irguió, como Ave Fénix, para dar su última pelea.
La pelea de su vida. Así fue que derrotando todos los pronósticos de salud, se instaló en mi nariz. Dejando gotear lentamente su triunfo perenne.
1 comentario:
Y...ese tenista medio tiene cara de mocoso insolente jajaja. Te mando muchos besos! Q bien escribis!
Publicar un comentario