Hay situaciones que nos llevan a vivir y a sentir cosas diferentes. Un bautismo, una confirmación, una comunión, UN CASAMIENTO.
El sábado se casó Mane (espero, futura cuñada) y es increíble cómo toda una preparación de casi un año, donde se planean maquilladores, diseñadores, caterings, Dj's, coros etc, no nos preparan para lo más importante: NUESTRAS EMOCIONES.
Llegamos ahí cegados por el tiempo que nos apremia, esperando que el vestido nos haya quedado bien, que no hayamos olvidado la oración para los novios, e intentando saludar con parsimonia a los invitados que aguardan la ceremonia. Entramos corriendo a los primeros puestos. Se escucha el timbre, entona el coro y se abren las puertas. Mágico.
Ahí, delante de todos, avanza con calma por el pasillo central, con la sonrisa en la cara. No imagina las emociones que despierta. Tranquila y serena, aviva la ternura de nuestro interior y genera sin saberlo, lágrimas de júbilo por saberla feliz.
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