lunes, 19 de mayo de 2008

No voy en tren, voy en avión...



Tenemos esa manía de analizarlo todo. Pensar por qué sube, cómo baja, cómo se mantiene en el aire. Y como no somos expertos en el tema, pensamos que el piloto tampoco lo será.

Porque uno proyecta en el otro la propia inseguridad, el propio miedo. Por esta razón después nos cuesta tomar la decisión de subirnos a un avión.

A veces el creernos sabiondos de una materia, nos permite una seguridad extra, tipo:

"bueno, si necesita una mano, yo lo voy a poder ayudar" (Divague)

Contar con nostros mimos.

La realidad que se nos impone es toda la contraria. Habría que acepatar en primer lugar, que el otro es quien sabe del tema, y por ende quien se esmerará (por su propio bien y por el nuestro) en dar lo mejor para nosotros.

Y en segundo lugar relajarnos y disfrutar, después de todo afortunadamente se trata de un par de horas que nos distancian de nuestras propias vacaciones.

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